Cerámica de Alta Temperatura, Gres o Stoneware

Toda obra de arte tiene su origen en la necesidad del creador de expresar un sentimiento profundo, que el tiempo convierte en una idea que va tomando forma, mientras la experiencia aclara los materiales, representaciones y colores que transmitirán al mundo aquellos sentimientos que arden en el corazón del artista.

Las pasiones que despiertan los sentimientos y pensamientos de Ricardo Ruvio, han encontrado en la cerámica de alta temperatura, el conducto ideal para hacerse visibles al mundo.

Esto no es casualidad, la cerámica de alta temperatura o gres también es llamada stoneware, por su semejanza a la piedra en peso, densidad, dureza, resistencia y durabilidad, producto de la mezcla de arcillas, minerales, arena, sales, agua y calor; elementos que trabajados con la correcta maestría, nos regalan un material cerámico vitrificado, duro e impermeable.

El proceso de creación es largo, pausado, reflexivo, cada pieza trabajada con sus hábiles manos, genera una especial comunión entre la Tierra y Ricardo, que acaricia las arcillas de lugares lejanos y diversos, amoldándose entre sus manos, dándole forma a ese sentimiento que arde en lo profundo de su corazón.

Como los grandes sentimientos crecen en el pecho de los hombres hasta convertirse en amor, ese ardor del corazón, se va transmitiendo al barro en crudo que comienza a secarse en un proceso de treinta y seis horas en el interior de un horno que va aumentando su temperatura desde los cincuenta grados hasta los novecientos sesenta grados centígrados.

Las pasiones que pretenden madurarse, requieren templarse a la temperatura del ambiente, así la pieza se va endureciendo conforme el frío va cerrando sus poros y la obra se va endureciendo para poder recibir los esmaltes: polvos minerales que mezclados con un poco de agua cubren la pieza que volverá al horno por otras veinticuatro horas al ardor de un fuego, impaciente, esperanzador, impresionante, de más de mil trescientos grados centígrados, bajo el cuidado de Ricardo que poco a poco transmite el calor de su cuerpo a su creación, regulando la proporción de oxígeno en el horno, para lograr ver en su esplendor aquella obra que hasta hace unos días era sólo un pensamiento.

Para finalizar, varias inyecciones de sal le son aplicadas a la pieza, modificándola, llenándola de vida, abrazada al calor del horno que destina sus alientos y regala a Ricardo la imagen de la obra que ahora cobra vida.

El calor regalado por el horno, se templa nuevamente al contacto del frío de dos días, para poder ver finalmente la obra terminada.

La pasión templada con la paciencia, nos ha regalado un producto hecho con amor.

Ricardo descansa un par de horas contemplando su obra, pero la pasión arde en su pecho y no pasa mucho tiempo para volver al taller, en el que sus manos transmitirán el mensaje que nos da la tierra y el calor del horno bruñirá nuevas creaciones.